Semana de Arturo Jauretche:
Conferencia de Pino Solanas
en la UNC

    4 de Junio 2004 - Neuquén
     
   

“Cuando los temas se refieren a una figura mayúscula como la de Arturo Jauretche, podríamos hacer un largo viaje, atravesar el país canalla, que nace en la década infame, y terminar en los albores de la derrota nacional. También podríamos hacer una radiografía de la cultura nacional. Pocos críticos hubo tan lúcidos y con tanto sentido del humor como Jauretche, para tomarle el pelo al medio pelo, para enfrentar la zoncera de siempre y aquellos tilingos que sentían la necesidad de mezclar sus frases y escritos con citas y referencias francesas e inglesas.

También podríamos tomar la figura de Jauretche como la de la coherencia, que no es un valor menor en una Argentina con tantas quebraduras y tantos renunciamientos. Yo me voy salir un poquito del marco que habíamos pensado con Juan (Quintar) de hablar del cine y la cultura para tocar lo que considero más esencial del legado de Don Arturo: enseñar a pensar a través de una mirada nuestra, nacional. No es porque la nuestra sea mejor que otras, ya que no hay mejor madre que la de uno, no hay mejor patria que la de uno, sino porque él enseñó a sacarnos las telarañas y ver con sentido crítico y creativo. Esta mirada crítica del pensamiento colonial y cipayo, que fue Jauretche, nos enseñó que lo que nos estaban transmitiendo no siempre era la verdad. Su otro gran compañero de FORJA, Don Raúl Scalabrini Ortiz, decía en el prólogo de “Política Británica en el Río de la Plata” que lo que nos habían enseñado era falso, que la historia y las teorías económicas eran falsas. Es decir, el esfuerzo grande que tuvo que hacer siempre el estudiante o el intelectual en la Argentina, ha sido cortar la telaraña que le impedía ver para ir al encuentro de la realidad.

Cuando nosotros acometimos la tarea de hacer “La Hora de los Hornos” en la neblina de los años ’60, teníamos 25 ó 30 años y no entendíamos lo que había pasado en la Argentina. La historia argentina estaba proscripta, censurada, y esa película significó una suerte de DNI para nosotros: fue salir al encuentro de la realidad, constatar que esto era madera o plomo, que esta era cabra y no burro. Porque esa avalancha de deformaciones y de mentiras en las últimas décadas multiplicó su potencia. Antes eran las usinas de elite que enseñaban a ver a través de los códigos de afuera y esas usinas estuvieron generalmente en la universidad. Pero en estas décadas no solamente fue la universidad sino que entramos de lleno en la sociedad o la democracia mediática. La cultura, los modelos civilizatorios, la información, el entretenimiento, la gran escuela fue la televisión. Como dice la UNESCO, el joven pasa más tiempo delante del televisor que frente al profesor. Una televisión que desregulada se multiplicó en decenas de canales pero no para multiplicar la diversidad y la pluralidad y ejercer un contacto más profundo con la realidad, sino para multiplicar los mismos contenidos y lenguajes, provocando una extraordinaria falsificación y banalización de la realidad. Son fenómenos nuevos que todavía no están debidamente estudiados. Los medios podrían ser instrumentos extraordinarios para el desarrollo de la conciencia y la educación pero emplean su tiempo en valorizar la noticia banal, frívola, sin importancia, mientras ocultan o deforman las causas reales de los grandes problemas. Pocas veces como en estas décadas sufrimos tanto el coloniaje cultural. ¿Qué hubiera dicho Don Arturo en los años ’90? Nos lo imaginamos echando fuego por la boca, porque jamás fue permisivo con los aparatos de transmisión de ideas que hicieron de la mentira su propia ideología. Ideología del cinismo y la hipocresía. El neoliberalismo, a través de los medios, le hizo creer a este pueblo que desde las chimeneas iba a caer oro y dólares, que se iba a multiplicar el bienestar una vez desregulada la economía, que se iban a multiplicar las fábricas a tal punto que íbamos a necesitar mano de obra de afuera. Los medios hicieron creer a este maltratado y engañado pueblo, que el enemigo, el demonio, era el Estado y sus empresas de servicios. Había que liquidarlo todo, no importaba cómo.

Nunca Argentina vivió operaciones tan salvajes, operaciones de tanta irresponsabilidad cívica, y nunca Argentina soportó el azote de una clase dirigente tan ignorante, tan irresponsable y tan traidora a la Nación. No se conoce una clase dirigente como esta, que entregara como entregó los hidrocarburos, recursos no renovables por los cuales los países agreden a otros en guerras feroces. Acá se liquidaron con sobres con millones de y vendiendo al 30 por ciento de su valor real un patrimonio que Arturo Jauretche defendió toda su vida porque era la defensa de un proyecto nacional, sin el cual no hay Nación, ni poder de decisión, ni soberanía. Estoy parafraseando a don Raúl Scalabrini Ortiz con su “Política Británica en el Río de la Plata” o su “Historia Económica de los Ferrocarriles Argentinos”.
Cuando cuento afuera lo que hizo nuestra dirigencia… nadie lo puede creer. Esta clase dirigente fue tan perversa y salvaje que destruyó el ferrocarril. México y Brasil, con gobiernos conservadores y liberales, no destrozaron el ferrocarril ni mucho menos se desprendieron del petróleo. Acá, de 36.000 kilómetros de vías nos dejaron 8.000 kilómetros y saquearon la estructura y la industria ferroviaria. El tren era una cultura del trabajo y la comunicación que enlazaba las poblaciones mediterráneas. Su liquidación ayudó al quiebre de las economías regionales y provocó una migración espectacular de la cual todavía no nos hemos recuperado. Yo no encontré en estos años ninguna universidad argentina un estudio serio sobre el impacto socioeconómico y cultural que provocó la liquidación del tren.

He mencionado varias veces a las universidades y estoy hablando en una universidad. Lo hago con un profundo afecto porque las universidades deben transformarse en las usinas reales de un pensamiento nacional que ayude a transformar el país y la vida argentina. A nosotros no nos importa el saber libresco y mucho menos esa cultura que vive dependiendo de lo que piensan o inventan las culturas ajenas. Ninguna cultura puede desarrollarse aislada del mundo, pero mucho menos si se forma en el hábito indigno de la copia. No se puede copiar. Ya hace 200 años que aquel gran pensador social latinoamericano Don Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, don Simón Rodríguez, nos hablaba que hay que aprender a inventar: “o inventamos o erramos”, decía. Este es el problema. Emancipar las cabezas, es decir, descolonizar las cabezas en el sentido de lo que luego plantearía Jauretche en aquellos solitarios años de la década del ‘30 y los albores del ’40. El problema nacional sigue siendo el mismo: tenemos un extraordinario pueblo pero engañado y marginado de la gran causa de la transformación del país. Y este pueblo se honró con grandes patriadas -como le gustaría decir a Don Arturo- patriadas que no tuvieron a ningún analista o politicólogo que las previera: el 17 de octubre, el Cordobazo, el 19 y 20 de diciembre de 2001.

Lo importante de todo esto es que estamos saliendo de la derrota. En muchos aspectos hemos salido de la derrota. El problema es que todavía mantenemos, internamente, resabios del virus de la derrota. La derrota no es sólo la imposición de ideas. Hay algo mucho más profundo, porque la derrota es una estructura psicológica, es un sentimiento. “Sí tenés razón, yo pienso como vos pero… ¿Te parece que se pueden hacer esos cambios, vos crees que nos dejarán?” Derrota es no poder sentir que somos capaces de dar vuelta la realidad. Derrota es no sentir que podemos vencer. No se puede emprender ningún camino, ninguna travesía, ningún cambio, ni decir “vamos a transformar el barrio o el trabajo” o “voy a escribir la novela o hacer la investigación” si no estamos convencidos que la vamos a hacer. Camino difícil, por cierto, como atravesar un desierto, pero puede hacerse si se madura la decisión y la voluntad de atravesarlo y se prepara minuciosamente el viaje. Son estructuras no sólo materiales y políticas, sino psicológicas.

Yo siempre me pregunto cómo fue posible que en la pacífica Santa María de los Buenos Aires de 40 mil habitantes –mitad hombres, mitad mujeres, otra porción importante de chicos y otra de gente mayor-, cómo fue posible que sin ejército, sin experiencia guerrera, pudieron enfrentar y vencer las dos invasiones inglesas. Cinco mil o seis mil hombres la primera y 11 mil la segunda. Once mil equivalía a los 11 mil hombres en edad de combatir que había en Buenos Aires, pero sin experiencia alguna. Ahí se desarrolló un debate extraordinario que está a lo largo de nuestra historia: unos dijeron que era imposible vencer a los ingleses y que lo mejor era asociarse a ellos, y abrieron sus casas y salones. Otros, sostenían que aunque los llamaran locos por idealistas, era posible vencerlos. La epopeya es por todos conocida. En la resistencia participaron todos los habitantes: hombres, mujeres y niños, y en esas jornadas nació la conciencia de nuestra fuerza y la futura independencia. Años después, Buenos Aires le diría a San Martín que armar un ejército para intentar cruzar Los Andes era una locura, y le ordenó regresar. La desobediencia de San Martín y su minuciosa preparación de la Campaña sellaron la Independencia. En ese debate de si es posible o no, se inserta la energía y la fuerza del pensamiento liberador. Enseñar a pensar es enseñar a liberar la energía creativa, es enseñar que se puede vencer y para hacerlo, hay que agarrar la tijera de podar y, después de cortar la telaraña, pasarnos la aspiradora para sacar toda la tierra del “no se puede” y del resignarnos: “Ya que no se puede, lo mejor es que me acomode y abra mi paragüitas acá”.

Entonces, hay que inventar, hay que tomar decisiones. El país está todo por hacerse y a pesar de la victoria del 19 y 20 de diciembre, todavía nos encontramos con miles de argentinos excluidos o que tienen la sensación que acá no pasó nada y que el país no puede cambiarse porque no se puede cambiar el modelo. Es que el discurso único del Neoliberalismo fue tan autoritario y censor, que condicionó los medios de comunicación, y el discurso opositor que ponía en duda las privatizaciones o la convertibilidad, no tuvo cabida. Si alguna rara vez te invitaban, siempre había el tilingo comunicador que cuando salías del programa te degollaba con un comentario: “Qué anacrónico, ¿viste lo que está pensando...?”. Pero en realidad ni Menem ni Martínez de Hoz ni el señor del “respeto”, Fernando De la Rúa que terminó sobornando al Senado, pudieron consolidar en la Argentina su modelo económico y político. Se les vino abajo con un ruido tan grande y con un fracaso tan grande, que perdimos la mitad de las fábricas, la mitad de los comercios, tuvimos 58 % de argentinos por debajo de la línea de pobreza, 24 ó 25 % de desocupados totales y otro tanto de semiocupados, 12 millones de indigentes. Nunca se vivió algo semejante: después de habernos robado el patrimonio, triplicaron la deuda. Y como si fuera poco, los bancos se llevaron los depósitos. Fue como una guerra, porque una guerra no lo deja peor. Pero el pueblo argentino lo interrumpió. No fue una fuerza organizada que se levantó para derrocar al gobierno del modelo. Fue una fuerza espontánea la que enfrentó la represión. Ni tampoco Menem ni De la Rúa pudieron imponer un modelo represivo. Fue una gran victoria y así es vista en el extranjero. Fue una de las grandes victorias contemporáneas contra la globalización. No estoy diciendo victoria definitiva ni esto se acabó, porque el conflicto, la guerra económica, continúan. Este es un juego de tensiones muy grandes donde falta mucho para una victoria definitiva. Pero se abrió una enorme puerta y el país pasó a estar en un estado de asamblea y a cuestionarlo todo.

A los economistas ilustrados que desde los medios asustaban al pueblo con las catástrofes que podían venir si no cumplíamos con cada exigencia del FMI, ya no les creyeron, y la gente se puso de pie y el país empezó a dar vuelta la página. No hace mucho tiempo todavía se hablaba de dolarizar la Argentina y entrar al ALCA. Entonces hay que distinguir un poco las cosas para que podamos entre todos ir construyendo algunos parámetros de lo que podría ser hoy la equivalencia del pensamiento de don Arturo Jauretche en la Argentina de la década mafiosa. La década infame fue un juego de niños frente a la década de los ’90. Temblaba el país por una coima en SEGBA y su “negociado” eléctrico. Lo que pasó 60 años después no tiene nombre: gobernaron los consorcios internacionales que endeudaron las ex-empresas de servicios públicos y no realizaron todas las inversiones y obras convenidas. Telecom y Telefónica endeudaron a ENTEL en 6 mil millones de dólares, habiéndola tomado sin deudas. Nos aplicaron tarifas dos o tres veces más altas y en dólares. Nos trataron mucho peor que Colón y Cortés, entre lo que ofrecieron y lo que dieron.

Entonces, la Argentina fue tremendamente saqueada, porque la tilinguería, la clase media, el medio pelo, aquello que tanto criticaba Jauretche; las usinas de pensamiento se amordazaron o se aislaron del país y los medios de comunicación le hicieron creer a todos que acá no se podía poner en práctica ninguna alternativa al modelo, porque salir era poco menos que el caos o caernos al hoyo negro del cosmos. Por lo tanto, aisladas las usinas de pensamiento, o confundidas y desinformadas con una universidad más dependiente que nunca de los modelos y programas de las universidades norteamericanas, terminaron con la oposición. Yo he leído bibliografía sobre el peronismo y otros temas nacionales de investigadores norteamericanos. Porque queda muy bien, a la vez, citar al investigador de afuera, ya que el investigador nacional, el pensador nacional, el artista nacional, ni vale ni pesa, está devaluado. Para esa mentalidad colonizada donde lo que cuenta es la carrera frente a los organismos y universidades internacionales y hay que tener currículums vitae con la mayor cantidad de papers en revistas científicas anglosajonas. Nacer en el país, ser un talento nacional es ser como un gil de cuarta porque no tiene ningún valor. Yo no los voy a aburrir con la cantidad de ingratitudes y de actos infames, de desvalorización que en estos 10 ó 15 años tuvo la cúpula tecnocrática de las universidades argentinas, donde es difícil encontrar una investigación social que tenga que ver con la realidad social que padece este pueblo. Lo primero que hizo este gran canalla de Menem fue terminar con las especialidades técnicas, suprimiendo la ingeniería naval, la ingeniería de petróleo, la ingeniería ferroviaria y la ingeniería de caminos. Es lo mismo que decir “muchachos, rajen del país maldito. Este país sólo va a producir materias primas, petróleo, trigo, soja y carne. A estudiar afuera”. Pero fue más perverso: les hacemos la primera formación, la pagamos todos los argentinos y después le regalamos el cordero bien gordito para que se lo coman afuera.

En definitiva, después de estos 10 ó 15 años, voy más atrás, después del terrorismo de Estado de la dictadura, del azote del miedo, donde decenas de miles murieron y muchos más, la materia gris más crítica y pensante fue expulsada del país, vino la etapa de la democracia genuflexa. ¿Por qué digo genuflexa? La democracia con miedo, la democracia que no se animaba a convocar al pueblo. Alguna vez lo convocó. Yo recuerdo aquel jueves santo donde el señor Alfonsín (Raúl) desde el Congreso convocó al pueblo, llenó plaza Congreso y dijo “a esta democracia no la va a bajar ningún carapintada”. Y tres días después, el domingo de ramos, asombraba al país porque había capitulado frente a los carapintada teniendo un pueblo que, sin que nadie se lo hubiera ordenado, había rodeado los cuarteles, a puro pecho...con ese pueblo valeroso Alfonsín nos puso la ley de Obediencia Debida y Punto Final. Pero dos años antes, su joven ministro de Economía, el señor Machinea (José Luis) rodeado de los “brothers” como Daniel Marx –uno de los asesores de Mumford, que es el patrón del banco de Boston- que fue uno de los mayores agentes dobles que conoció este país. ¡Daniel Marx monitoreó la deuda externa como funcionario argentino durante los últimos 20 años y consiguió triplicarla! Recordemos que en el año ’85, Machinea firmaba por orden de Alfonsín el reconocimiento de la deuda falsa, 26 mil millones de dólares que las multinacionales y los grandes bancos en la Argentina, tenían con el extranjero y que Cavallo (Domingo) la nacionalizó, es decir, nos la pasó a nosotros. El primer gobierno que constitucionalmente la reconoce es el de Alfonsín, en el año ’85. Esa deuda es la que todavía hoy se está discutiendo y esa deuda privada jamás fue denunciada en ningún foro. Pero también reconoció los 20.000 millones de la deuda externa pública. Es decir, la totalidad de la deuda de la dictadura, 46 mil millones que era “deuda odiosa” de acuerdo a la jurisprudencia norteamericana elaborada por el ex presidente William Taft y que George Bush aplica en Irak para condonarle la deuda. Es más, ni con la denuncia y juicio que don Alejandro Olmos iniciara hace 17 o 20 años y que finalmente el juez Ballesteros (Jorge) se expidió después que Olmos muriera con un fallo que condenó la deuda y exigió al Congreso que la tratara como lo manda la Constitución Nacional y la tratara. Y todavía hoy el Congreso no la trató.

Entonces, esa historia de infamias y traiciones a este pueblo burlando la Constitución Nacional, es lo que justifica la imposición del “ultracoloniaje” que nos vino y que todavía perdura, y es lo que da explicación al enorme sentimiento de derrota. Los años ’90 no sólo vinieron con la descarada ideología de la traición sino que le aplicaron a este pueblo el plan contra el que se había pronunciado en los comicios de mayo de 1989. El plan de Alsogaray (Álvaro), que era el plan del FMI lo aplica Menem a diez días de tomar el gobierno. Ante semejante traición se comprende el descreimiento, el “reviente”, la falta de perspectivas, el oportunismo, “mejor abro mi paraguas o busco el rayito de sol que esté más cerca”. No se puede resolver la problemática nacional ni desde la duda ni mucho menos desde la resignación. Jauretche fue exactamente lo contrario. Fue el hombre firme y coherente al conjunto de ideas, valores y principios leales con la Nación, con su pueblo y con su historia. Yo digo que Jauretche es la representación más grande –no sólo él sino el grupo FORJA- de una ética de la Nación y de un pensamiento innovador, un pensamiento crítico que, además, recuperaba los elementos más auténticos que tiene este pueblo como el humor, la sátira, la burla, la caricatura. Y en esto Don Arturo fue un verdadero maestro. Se hubiera hecho una panzada con la serie de miserables que penetraron y traicionaron el legado de Perón y de Evita, con la ideología de la resignación de toda una generación –el Frepaso, la Alianza- que quiso enfrentar la mafia del menemato con la teoría del posibilismo. ¿Cuántas veces dijeron: “a esto hay que resignarse... hay que asegurar la gobernabilidad”? Y se fueron corriendo del centro a la derecha, se corrieron tanto que varias de las operaciones más escandalosas contra el país las ejecutó el gobierno de la Alianza. Voy a mencionar solo dos: el megacanje le costó a la Argentina 55 mil millones de dólares, sólo en intereses, y explica el aumento gigante de la deuda que se acerca a los 180 mil millones. La otra operación de megacorrupción a tres meses de haber asumido el gobierno de De la Rúa, es la prórroga a Repsol, por simple decretazo y violando todas las indicaciones legales, incluso los artículos 228 y 229 de la Constitución Neuquina del yacimiento Loma la Lata. Una riqueza potencial de 40 a 50 mil (millones de dólares) –hay muchas versiones porque el Estado no tiene información sobre las reservas- que fue cedida por sólo 300 millones de dólares, tal como dice el contrato. Un contrato que lo firma Machinea y Giorgi, la secretaria de Energía. Tan indigno es ese contrato que en uno de sus primeros artículos dice que ninguna ley futura podrá modificarlo, ningún parlamento, ninguna legislación, ninguna medida gubernamental podrá modificarlo. Pero todo eso es pura tontería porque no hay norma jurídica o contrato que pueda frenar las decisiones de un parlamento soberano, que son irrevocables y aceptadas de pleno derecho, como todas las decisiones que toma el pueblo a través de cualquiera de las instituciones constitucionales.

La reforma del ’94 le dio a este pueblo el referéndum vinculante. ¿Quién lo usa? No es verdad que no se pueden hacer cosas. No se convoca al pueblo porque se le teme. Si hoy se da toda la información sobre la deuda externa, si hoy a este pueblo le decís “en los últimos 25 años, Argentina pagó ciento cincuenta y tantos mil millones de dólares –casi tanto como la deuda- en concepto de intereses y servicios; y a la vez las grandes empresas se llevaron una cifra casi similar al extranjero”, seguramente ganarás el referéndum. Y si además le decís que la mayor deuda está en los bancos argentinos que son tenedores de bonos y los que se quedaron con el sistema de las AFJP y que con inflación cero durante la década, y el peso atado por ley en paridad al dólar; con el cuento del riesgo país nos cobraban intereses usurarios mensuales del 4% al 5 % y las tarjetas de crédito también nos cargaban del 4% al 5% mensual, cuando esa misma multinacional en Europa o EEUU tenía una tasa del 6 % anual, no dudo que la mayoría del pueblo argentino pediría denunciar la deuda en Tribunales Internacionales y pedir la nulidad. Nos robaron hasta los huesos porque hubo usura. Por eso convoquemos al pueblo con un referéndum vinculante para decidir en qué términos debe pagarse.

Pongo el caso de la deuda porque está de moda en estos días. Pero lo mismo da con las riquezas de hidrocarburos que extraen las petroleras. Las reservas naturales del país como casi todas las instalaciones son propiedad del pueblo argentino y de la Nación. Algunas han sido concesionadas por determinada cantidad de años pero los yacimientos son nuestros. Esta conciencia seguramente la desarrollaría Don Arturo Jauretche porque para colonizar la Argentina fue necesario engañarnos, domesticarnos y confundirnos al punto de hacernos creer y sentir que vendimos todo para siempre, y que siempre fue así y que seguirá siendo así porque nada lo puede cambiar. Lo que también se hizo fue vaciar de defensas a las nuevas generaciones, vaciarla de conocimientos defensivos. Hace exactamente dos días en Buenos Aires y con grandes referentes y luchadores sociales de bienes y servicios y de entidades públicas, constituimos una nueva organización social que se llama CONAREPA, Comisión Nacional por la Reconstitución del Patrimonio, cuyo objetivo es por un “Nunca Más” a los delitos contra el patrimonio público. Uno de los puntos que tiene la CONAREPA, es lograr introducir la enseñanza en las universidades y en los colegios secundarios sobre el tema de qué es el patrimonio público y cómo está conformado. No es un tema menor: es uno de los testimonios más patéticos de la desinformación. ¿Qué es el patrimonio público? La mayor parte de la gente lo asocia a los bienes que administra el gobierno o a pertenencias del Estado. Confunde al Estado con el gobierno y al gobierno con el partido gobernante. Pero… “¿acaso no sabés que cada vez que comprás azúcar o pagás el IVA o impuestos, estás contribuyendo al mantenimiento del patrimonio público?” “Ah sí... las escuelas”. Pero no sólo las escuelas y los hospitales, sino puertos, carreteras, usinas, represas y los trenes, que siguen siendo del Estado. Todas estas instalaciones de servicios públicos siguen siendo del Estado. Las únicas que se vendieron fueron las de teléfonos. Y el Estado sigue subsidiando las pérdidas y ellos se quedan con las ganancias. Es muy interesante. Hemos convocado al capital privado para asegurarles que si tienen pérdidas las pagaremos nosotros. Eso es lo que se ha venido haciendo. Difícil creerlo, pero sigue siendo así aún hoy, junio de 2003.

Pero vuelvo al tema mayor de la rareza de encontrar a un ciudadano que tenga conciencia de la cifra extraordinaria que constituye el patrimonio público. El patrimonio público no solamente está compuesto por las inversiones en bienes materiales, sino que además son millones de hectáreas fiscales, miles de riquezas minerales continentales, una cordillera entera, la plataforma marítima continental, las aguas potables, la herencia cultural y el patrimonio científico y artístico vivo, todo esto que los usurpadores y los que se lo quieren llevar, necesitan que esté en silencio. ¿Cómo puede este pueblo defender aquello que ni sabe que le pertenece? En realidad nunca lo gozó como propio y nunca le informaron que existía. Un pueblo que no tiene conciencia de lo que tiene y le pertenece y mucho menos, no tiene conciencia del valor de sus propiedades, es imposible que pueda defenderlo. Nosotros nos hemos dedicado a formar técnicos y profesionales aptos para servir a los opresores. ¿Cómo es posible que en la Facultad de Ciencias Económicas no exista una cátedra que desarrolle los innumerables ítems que tienen que ver con el patrimonio público, sus riquezas naturales, sus estructuras materiales y sus empresas de servicios y la forma de administrarlos? ¿Cómo es posible que no se estudie lo que ha sido el fracaso y el desastre de las privatizaciones? En definitiva, son testimonios del coloniaje.

No se puede reconstruir una Nación sin esa conciencia en marcha, sin que cada ciudadano sienta y sepa que lo que es común es propio y es sagrado; y que el que roba lo que es común y público no es astucia política sino el más grande de los delitos. No se puede reconstruir una ética ciudadana o una conciencia solidaria sin reconstruir la idea de que una Nación, además de ser territorio geográfico, es memoria histórica, es lengua, es gesto y, al mismo tiempo, es conciencia, es proyecto en marcha. Sin patrimonio no hay posibilidad de soberanía porque cualquier país necesita asentarse en sus pertenencias materiales y espirituales para poder ejecutar un proyecto independiente y soberano. Ni que hablar la soberanía energética. Palabra mayúscula. Digo esto en una provincia como Neuquén saqueada y agredida por una explotación salvaje petrolera y gasífera de una de las dos cuencas de gas más ricas de América Latina y que no se tradujo en miles de fábricas y trabajo. Una provincia donde la mayoría de las fuentes de trabajo son estatales con la sensacional dependencia política que todo esto genera. Entonces es urgente desarrollar un proyecto y un pensamiento nacional que esté ligado a la idea de la defensa del patrimonio. Patrimonio es tierra, riqueza del subsuelo, riqueza del agua –gran tesoro- del aire, de la defensa del medio ambiente. Pero un territorio es un pueblo y un pueblo es tierra y es una memoria colectiva y cultural, es lengua, es gesto y, sobre todo, una energía que se proyecta al futuro con sentido de independencia, con sentido de libertad.

Yo dije al comienzo que a lo largo de la historia Argentina confrontaron dos grandes proyectos: los que dijeron “Acá es imposible liberarnos y echar a los ingleses. Son profesionales, están armados hasta los dientes y nosotros solo tenemos 300 guardias”. Pero hubo otros que pensaron distinto, que no soportaron la invasión, que no soportaron la idea de estar bajo el mando de las armas inglesas y concibieron la idea “descabellada” de armar una milicia para echarlos al mar. Y peleó hasta el último pibe. La gesta de la independencia latinoamericana se hizo contra todos los traidores que decían “no nos podemos independizar y mucho menos desarrollarnos sin pedir capital de afuera. Hay que traer tecnología y cerebros de afuera”. Esa línea se repitió a lo largo de la historia. Frente a ellos estuvieron los que dijeron “pedir crédito o endeudarnos es perder capacidad de independencia y de decisión; es perder soberanía. Nosotros vamos a demostrar que podemos protagonizar gestas difíciles que pueden ser victoriosas”.

La desobediencia de San Martín frente a Buenos Aires que se opone al cruce de Los Andes, genera uno de los hechos político militares más trascendentes de la historia latinoamericana. ¿Pero cómo hizo San Martín para armar su ejército? Este hombre tan obstinado se alió a los caciques mapuches y les dijo “cuídenme los flancos, despisten a los españoles, contrólenme los pasos cordilleranos” A los propietarios y comerciantes les fijó severos impuestos y los expropió. Y con las riquezas de las capas pudientes de Cuyo armó el Ejército de los Andes. De esas dos grandes epopeyas, sembradas de muertos, nace la independencia argentina y la libertad de medio Continente. Desde el norte venía Bolívar con un muchacho de 28 años, el Mariscal Antonio José de Sucre, que termina su campaña excepcional venciendo en Ayacucho. Entonces esta América se hizo con epopeyas extraordinarias alimentadas con la llama de la suprema decisión de vencer. La decisión y un trabajo monumental por detrás, cuidando hasta el último detalle como se lo cuida ante cualquier obra o hecho de excepción. Entonces yendo al siglo XX, cuando los ingenieros Huergo y Krause en Comodoro Rivadavia piden dinero a Buenos Aires, ni los Quintana o Figueroa Alcorta mandaron un peso. ¿Qué hicieron Huergo y Krause? ¡Siguieron adelante y financiaron los trabajos con dineros propios! Cuando se crea YPF, bajo la dirección del General Ingeniero Enrique Mosconi, hubo que enfrentar presiones y oposiciones. Fue la primera empresa petrolera estatal del mundo. Y el suceso fue tan grande que Cárdenas (Lázaro) en México en los años ’30 toma la experiencia de Mosconi (Enrique) y crea Petróleos de México, luego se crea Petrobrás y luego PDVSA en Venezuela. Pero YPF se construyó desde la independencia y el ahorro nacional.

A hoy, cuatro o cinco gobiernos argentinos no pidieron dinero afuera. Curiosamente fueron en las épocas de mayor industrialización del país: Irigoyen, Perón, Illia –un Illia tan digno que reunió al Congreso y le dijo “Los contratos petroleros que firmó Frondizi son nulos, por razones de interés económico y estratégico del país”. Y fue ley. Entonces no es verdad que Argentina no tiene camino. En pleno default y sin pedir un peso prestado se pagó en estos dos años casi diez mil millones de dólares de deuda pero además el PBI creció casi el nueve por ciento el año pasado con una inflación del tres y medio por ciento, y comenzó la reconstrucción de industrias y la sustitución de importaciones. Entonces hicimos lo contrario de los que dicen “no se puede” y hay que resignarse, de los que pregonan que hay que asociarse con los de afuera, para no caernos del mundo. Y está el otro camino que es contar con nuestro propio esfuerzo, contar con nuestra propia inventiva. Pensar en grande. Enseñar y aprender a pensar libremente. San Martín decía en su proclama al Ejército de los Andes “seamos libres, lo demás no importa nada”.

Valores fundantes, recuperación de una ética y de dignidad nacional. Liberar el pensamiento para transformar la realidad. Ética nacional significa ponerse al servicio de la Nación, darnos cuenta que el saber va y viene y con él nos enriquecemos todos. Darnos cuenta que sin los demás compatriotas es imposible reconstruir el ejército de masas de la reconstrucción argentina. Tenemos una Argentina a la que le sobra talento. Acá nomás hay algo que en el mundo admiran y se preguntan cómo fue y es posible, ¿ustedes oyeron hablar del Instituto Balseiro y del INVAP? Pocos argentinos los conocen.Pero lo tenemos ahí como si fuera algo más. La CNEA en su momento llegó a ser la más importante usina de pensamiento científico técnico de América Latina con más de 100 proyectos de punta. Eso no está destruido sino debilitado y ese potencial está. Y sin la CNEA no existirían ni el Instituto Balseiro ni el INVAP que es una fábrica de inventos. Este país fue capaz en el año ’30 de construir en América Latina el primer avión diseñado y construido hasta el último tornillo en Argentina. Fue la fábrica de aviones de Córdoba dirigida por el Brigadier De la Colina. Pocos saben que Argentina proyectó y construyó desde 1930, 32 prototipos de aviones, y que en el año ’44 cuando no se podían importar aviones de entrenamiento por la guerra. El brigadier San Martín, que dirigía la fábrica entonces, le dijo a Perón “deme la oportunidad de hacerlo”. Reunió a todos los talleristas de Córdoba, que eran como 300, desarmó un prototipo del avión de D. L. en un galpón y les preguntó “Muchachos, ¿quién se siente capaz de producir esas piezas?”. Y se produjeron 200 aviones y en el año ’47, Argentina hacía volar por primera vez no sólo en América Latina sino en el Hemisferio Sur un avión a propulsión: el Pulqui. Y en el año ’50 hacía volar el Pulqui II; un reactor de avanzada equivalente al Mig 15 ruso y aventajaba a Francia en desarrollo aeronáutico. Y fuimos vanguardia en el continente en el desarrollo de la industria metalmecánica, de nuevos materiales y de aleaciones. Un polo de desarrollo técnico y científico extraordinario. Por supuesto Argentina llegó a ser primera en América del Sur y en el Hemisferio Sur en misilística, hasta el desgraciado e indigno episodio donde el embajador Todman (Terence) fue en persona a cerciorarse de la destrucción del instrumental. Pero no nos asustemos, no mataron, no tiraron a la hoguera al conjunto de científicos que produjo el Cóndor. Por supuesto habremos perdido diez años, de desarrollo. El conde prófugo de Anillaco, por no invertir 40 millones de dólares en el proyecto que realizaba conjuntamente con Brasil para la fabricación de aviones de pasajeros dijo “no vamos a seguir con el proyecto EMBRAER porque vamos a seguir perdiendo plata”. Brasil estaba muy rezagado con respecto a Argentina en cuanto a aeronáutica. Hoy a Brasil el proyecto EMBRAER le da más ingresos que toda la exportación del café. Es número uno en el mundo en aviones entre 40 y 100 pasajeros. Y está listo a fabricar un Jet de 130 pasajeros. Todo esto es posible porque estamos en un proceso de integración activa con Brasil y todo el continente. Todo esto es posible en el marco del MERCOSUR.

Y para ir terminando digo que soñamos con un proyecto nacional para una Argentina que refunde sus instituciones democráticas, una Argentina que democratice la democracia movilizando a su ciudadanía para pasar de un modelo de democracia representativa a un modelo de democracia participativa. ¿Cuál es el modelo de gestión que debe reemplazar las empresas de servicios privatizadas? La sociedad no quiere el maltrato de la vieja empresa estatal burocrática, donde el partido gobernante o la cúpula del sindicato transaba con los funcionarios y se robaban la empresa. No quiere ya eso. Tampoco quiere el dragón de siete cabezas que come por cien: las corporaciones privadas. Nosotros queremos empresas de servicios –el país las necesita- eficientes, modernas y que no nos maltraten con tarifazos. Pero es muy difícil llegar a eso sin que los propios trabajadores y, sobre todo, los usuarios y consumidores no participen en los mecanismos de control de sus administraciones y de su propia gestión. La sociedad no puede cambiarse si lo que sigue imperando es el viejo modelo de “vení, votá que dentro de cuatro años te llamo y si te traiciono, embromate”. Porque no hay nadie que castigue penalmente el incumplimiento esencial de lo que la ley electoral exige, que es una plataforma programática. Entonces el país tiene que pasar de la vieja democracia representativa hacia formas de democracia directa, hacia formas de democracia participativa. En Suiza todos los meses vota en referéndums vinculantes por cosas puntuales. Los suizos delegan poco. Lo nuestro, que está ligado al vaciamiento de la democracia, tiene que ver con el artículo 21 de la Constitución Nacional “el pueblo no delibere ni gobierne sino por medio de sus representantes”. Es muy peligroso porque los representantes del pueblo traicionan el voto, los medios silencian y el ciudadano queda desprotegido ante tanta impunidad. Entonces hay que marchar hacia formas de democracia directa y hay que marchar hacia una sociedad donde se estimule a los ciudadanos a participar. Hay que participar, hay que hacerse cargo de los problemas de la sociedad, hay que protagonizar el cambio.

El otro tema importante para garantizar la calidad de vida democrática –y con esto termino- es la democratización de los medios de comunicación de masas. Todavía nos rige la Ley de Radiodifusión de la dictadura. La democracia en Argentina nunca quiso tratar una nueva ley adaptada a las circunstancias de la enorme desregulación, los satélites y la revolución técnica y comunicacional de nuestro tiempo. Los dirigentes hacen más política a través de los medios que en la calle y no quieren enfrentar a los grupos mediáticos. Ese cambio lo tiene que imponer una gran movilización cultural y social. Es sorprendente que en las Universidades no se debata ni se analice a fondo el marco comunicacional argentino y el rol y responsabilidad de los medios en la tragedia económica social que estamos viviendo. Si los espacios mediáticos son el principal espacio de debate, la principal cadena de distribución de películas, la principal difusión del deporte y del fútbol y es, de hecho, la primera escuela, no se comprende que no sea materia esencial de discusión en las principales casas de estudio y no sea materia esencial de debate. No habrá democratización de la democracia sino democratizamos el sistema de radio y televisión, que hoy está en manos del mercado. Pero ¿qué quiere decir democratizarlo? Asegurar diversidad y pluralidad. No repetición de lo mismo. Asegurar las mismas cuotas y porcentajes de participación de voceros de distintas corrientes de pensamiento, como se hace en Europa. Que los medios de comunicación no le den la espalda a la memoria, a la historia y a la realidad del país. Hoy, moviendo el dial, no se encuentra un documental del presente y del pasado argentino. No existen referentes del pasado ni héroes o personajes como si nosotros no hubiéramos tenido artistas, no hubo pensadores, no hubo investigadores, tampoco hubo maestros, no hubo nada “¿Entonces qué hago en este país maldito si no hubo ni pasa nada?” Solo queda el vaciamiento cultural, el vaciamiento económico, la desaparición de personas, la desaparición de riquezas materiales, la desaparición de contenidos y memoria. Para contrabalancear, hay que desarrollar un fuerte sistema de televisión comunitaria y pública donde las organizaciones sociales y las universidades, puedan participar con medios alternativos y emitan. Hay que darle a la juventud televisión y radio y para invitar a la creatividad, para invitar a la diversidad cultural.
El mundo televisivo o el mundo de lo audiovisual está dominado por cuatro o cinco grandes concentraciones mediáticas que tienen desde editoriales a grandes productoras de películas, distribuidoras, canales y radios. Yo le decía al presidente Chávez (Hugo) la semana pasada –tuve la enorme satisfacción de que me invitara a pasar “Memoria del Saqueo” le decía que nada hay más dramático y patético que cuando un latinoamericano quiere enterarse de lo que pasa en América Latina tiene que ver CNN. ¿Cómo es posible que no podamos crear un canal independiente –no un canal gubernamental- que convoque a los mejores exponentes de la cultura y el periodismo para generar una televisión de excelencia? Un Canal que informe objetivamente lo que está pasando en nuestros países y donde esté la memoria y las grandes batallas que dimos y libraremos contra la pobreza, para asegurar salud, educación, trabajo, defensa del medio ambiente, etc. Francia y Alemania dieron al mundo un gran ejemplo con la construcción del canal Arte, que es un canal conjunto. Cada 15 días alemanes y franceses se reúnen a discutir la programación. Hoy hay 14 canales europeos que contribuyen a la Red Arte que es un canal cultural e informativo de excelencia. Ese es el desafío de la creatividad, de la inventiva. Son desafíos a la imaginación que es lo que le sobra al latinoamericano.

Por lo tanto son los desafíos que nos presentan los tiempos por venir y desde las universidades y los altos institutos hay que ayudar a los muchachos a que aprendan a pensar, ayudamos a pensar como ciudadanos de la Patria Grande Latinoamericana. Pensar quiere decir no copiar, no repetir como bichos dependientes, es ver y pensar con sentido crítico, es proponer soluciones alternativas. Pensar que esas soluciones deben servir al bien común, a la necesidad de contar con el otro, a la cooperación. Acabar con la filosofía dañina que nos dejó el neoliberalismo del egoísmo y el individualismo extremos. La gesta de los pueblos es gesta colectiva, es la suma de todas esas individualidades creativas pero con sentido solidario para toda la nación latinoamericana. Y ese sentido lo debe dar un gran proyecto nacional, un proyecto de Estado. Ese proyecto está naciendo en este gran barco del MERCOSUR, en este barco que quiere construir de una vez por todas, la Unión Sudamericana, del Caribe a Tierra del Fuego, lleno de contradicciones pero también de posibilidades. Los tiempos serán mejores porque los halcones de Washington no están en su mejor momento político. El proyecto guerrero es un acto de locura límite y un desastre espantoso. La masacre de Irak es un “boom” que nos pega en la frente; el icono de la estatua de la Libertad se hizo añicos en las cárceles iraquíes con las atrocidades que comenzaron a revelarse.

En definitiva, hay que fortalecer las conciencias, retomando lo que bien decía recién Juan Quintar, “el estado de conciencia”. Pero estados de conciencia que generen autodefensas que nos impidan futuras o nuevas quebraduras. En la década del ’90 vimos patéticos ejemplos de compañeros que hasta sufrieron cárceles y persecuciones y terminaron sirviendo al modelo neoliberal que en sus épocas heroicas habían combatido. La quebradura es como el quiebre de la columna vertebral: de ahí para abajo es la parálisis, la nada. Después de una traición es muy difícil reconstruirse. Por eso hay que cuidar la columna vertebral de la muchachada que viene con una mirada fresca y crítica y hay que liberar su inventiva, el núcleo de su columna vertebral que es un conjunto de principios éticos, sociales, solidarios y colectivos y sobre todo, liberar sus energías de crear, de inventar cosas nuevas, ese extraordinario talento de escritores, artistas, científicos, trabajadores y deportistas, que dio y seguirá dando nuestro inagotable país”.

Aula Magna, 04-06-04

     
   
     
 
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